sábado, 10 de mayo de 2008

UNA LECCIÓN DE HISTORIA


En algunos lugares del mundo moderno, el estado multa con más de doscientos dólares por agredir – voluntaria o involuntariamente – a un gato, un perro o un canario. En esos mismos lugares, el gobierno – el Estado – le otorga a la “madre soltera” una cantidad sobre los doscientos dólares para “hacerse” un aborto. ¡Qué paradoja dolorosa e insostenible!

Las excusas son siempre las mismas: “el alto costo de la vida” (¡la vida!), la situación psicológica, social y económica de los futuros padres (¿padres?), ect.
Todo esto nos trae a la mente una interesante conversación entre un historiador y un médico abortista. El historiador le decía al segundo: “¿Qué recomendaría usted en este caso? Es una joven campesina, huérfana, empleada de un mesón, sin otros medios económicos, y quedó embarazada de un tal Piero de San Antonio. Su nombre es Caterina. El dueño del mesón le amenaza con expulsarla si sale embarazada”. El médico contestó con firmeza: “Recomendaría un aborto, desde luego, en base a la situación psicológica y económica de la afectada”.
“Déjeme decirle – replicó el primero – que esto sucedió en Vinci, un poblado del norte de Italia, en el año 1451. La madre dio a luz al niño y le bautizó bajo el nombre de Leonardo... Leonardo Da Vinci, pintor, arquitecto, matemático, científico, investigador y visionario, llamado el Hombre Universal, modelo del hombre perfecto durante el Renacimiento Italiano, y murió siendo terciario franciscano”.

“No sabía – contestó el médico – pero dime otro caso”. “Muy bien” – dijo el historiador - . “Su padre era alcohólico y sifilítico, su madre era tuberculosa y provenía de una familia de largo historial de problemas físicos y mentales”.

“No me digas más... es evidente que ese niño no debe nacer”.

“Pues el niño nació. Sucedió en Alemania en 1770 y se le puso por nombre Ludwig... Ludwig van Beethoven, considerado el mayor genio musical del Romanticismo, uno de los más grandes compositores de todos los tiempos y el primer músico emancipado que puso su arte al servicio de todos los hombres”.

“De modo semejante vinieron al mundo genios de la literatura como Edgar Allan Poe, o estadistas como Winston Churchill”.

Visiblemente molesto, el médico abortista ripostó diciendo: “Hasta el momento no me has hablado sino de genios del arte, la política, las ciencias y la música. ¿No tienes un caso de alguien diferente, por favor?”

“Sí, te mostraré un caso diferente”, -contestó el historiador. “Ella era una joven de un pequeño poblado y estaba comprometida para casarse. Al regresar de una visita a casa de su prima, resultó que tenía tres meses de embarazo y su futuro esposo, José, no era el padre natural de la criatura. Su futuro esposo podría repudiarla y cabía la posibilidad de ser señalada públicamente como adúltera. ¿Qué recomienda usted, doctor?”

Reinó un breve silencio. “No me atrevo a opinar... pero, esa criatura no debía nacer... aunque creo que me está hablando de ...”.

“Sí, ese mismo que pensaba” – respondió el historiador. “La mujer se llamaba María y su esposo se llamaba José. El niño fue llamado Jesús, que significa “Dios Salva”, ¡Dios salva! ¿Qué dices a esto, doctor?”
El médico volvió a su casa triste y apesadumbrado... el historiador durmió tranquilamente aquella noche.

1 comentario:

Unknown dijo...

Buenísimos argumentos anti aborto.
Opino que el estado mejor debía coordinar que todos éstos bebés no deseados se los den a personas calificadas que desean adoptar y ellos mismos pueden poner los fondos para financiar dicho programa, y a los adoptantes que no puedan pagar les podrían subsidiar, y así todos felices.