Yo tuve la mamá más mala del mundo. Mientras otros niños comían dulces para el desayuno, yo tenía que comer cereal, huevos y tostadas. Cuando otros tenían Coca Cola y dulces para el almuerzo, yo tenía que comer arroz, habichuelas y carne. También para la cena me hacía comer diferente a los demás niños de mi barrio.
Pero, lo más que yo siento, es que yo era el único que cargaba este sufrimiento. Mi mamá siempre insistía en saber en dónde yo estaba. Ella tenía que saber quiénes eran mis amigos y qué hacía. Insistía demasiado en que si iba a estar una hora fuera de casa, debía ser una hora o menos, no una hora y un minuto. Siempre insistía en que dijera la verdad, aunque me costara casi la vida. Cada vez que quería hacer las cosas a mi manera, me castigaba. ¡Pueden ustedes imaginarse, pegarle a una criatura sólo por desobedecer! Ahora pueden darse cuenta de lo mala que era mi mamá.
Lo peor es esto que les voy a contar. Tenía que estar a las 9:00 p.m. y levantarme temprano al día siguiente. No se me permitía dormir hasta el mediodía como mis amiguitos. Así que, mientras ellos dormían, mi mamá tenía el valor de despertarme a trabajar. Yo tenía que limpiar el patio, hacer mi cama y toda una serie de trabajos crueles. A veces creo que se quedaba despierta por la noche tramando trabajos malos para que yo los hiciera al otro día.
Cuando llegué a la adolescencia, mi conducta era vigilada. Después de los 18 años me dejó ir a fiestas, pero sólo a las de la escuela e iglesia. Por eso digo que ella era un “fracaso” como madre. Fíjense de todo lo que me privó participar: nunca fui arrestado, no peleé con mis amigos, no jugué cartas por dinero, no pude fumar ni tomar licor, tampoco usé drogas, ni robé y no he fracasado en mi matrimonio. ¡Hay tantas cosas que yo no hice y que hicieron mis amigos!
Estoy tratando como padre de levantar a mis dos hijos, usando a mi Santa Madre como ejemplo. Me siento bien orgulloso cuando mis hijos me llaman “malo”. Le doy gracias a Dios por haberme dado la MADRE MÁS MALA DEL MUNDO.
Pero, lo más que yo siento, es que yo era el único que cargaba este sufrimiento. Mi mamá siempre insistía en saber en dónde yo estaba. Ella tenía que saber quiénes eran mis amigos y qué hacía. Insistía demasiado en que si iba a estar una hora fuera de casa, debía ser una hora o menos, no una hora y un minuto. Siempre insistía en que dijera la verdad, aunque me costara casi la vida. Cada vez que quería hacer las cosas a mi manera, me castigaba. ¡Pueden ustedes imaginarse, pegarle a una criatura sólo por desobedecer! Ahora pueden darse cuenta de lo mala que era mi mamá.
Lo peor es esto que les voy a contar. Tenía que estar a las 9:00 p.m. y levantarme temprano al día siguiente. No se me permitía dormir hasta el mediodía como mis amiguitos. Así que, mientras ellos dormían, mi mamá tenía el valor de despertarme a trabajar. Yo tenía que limpiar el patio, hacer mi cama y toda una serie de trabajos crueles. A veces creo que se quedaba despierta por la noche tramando trabajos malos para que yo los hiciera al otro día.
Cuando llegué a la adolescencia, mi conducta era vigilada. Después de los 18 años me dejó ir a fiestas, pero sólo a las de la escuela e iglesia. Por eso digo que ella era un “fracaso” como madre. Fíjense de todo lo que me privó participar: nunca fui arrestado, no peleé con mis amigos, no jugué cartas por dinero, no pude fumar ni tomar licor, tampoco usé drogas, ni robé y no he fracasado en mi matrimonio. ¡Hay tantas cosas que yo no hice y que hicieron mis amigos!
Estoy tratando como padre de levantar a mis dos hijos, usando a mi Santa Madre como ejemplo. Me siento bien orgulloso cuando mis hijos me llaman “malo”. Le doy gracias a Dios por haberme dado la MADRE MÁS MALA DEL MUNDO.
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